Uno de los planes del mes de mayo, que me hizo mucha ilusión realizar, fue el taller de introducción a la caligrafía en la Imprenta Municipal de Madrid impartido por Álvaro, que es fantástico. La mayoría repetíamos con él y, eso creo que habla mucho de cómo lleva los talleres que imparte.
Comenzamos con algo de teoría, libros fantásticos que pudimos hojear y después llegaría a mi bandeja de entrada muuuucha más teoría que aún tengo esperando en una carpeta, aún no he comprado la nogalina y una plumilla que necesito para practicar (son las fotos de más abajo).
Hablamos de referentes, entre los que no podía faltar Oriol Miró.
Entonces sin perder tiempo, que como estos talleres son muuuy cortos, y Álvaro hace que cunda muchísimo. Cogimos un tablero lo más plano posible, e hicimos una cama con periódicos planchados/prensados. Esto hace que puedas escribir sobre una superficie inclinada con la comodidad de poder mantener la espalda erguida.
Palillero y plumilla Brause de 5mm con depósito (el tamaño de la plumilla y el tipo de letra que vayas a utilizar). Nosotros practicaríamos la Uncial.
Preparamos la tinta china en barra. Nunca la había utilizado. No te aconsejo que lo hagas, como yo, sobre la tapa de un frasco, con las pasadas terminé por levantar la capa que protege el metal, acabó oxidándose y perdí toda la tinta que tanto me había costado preparar. Se trataba de tinta china en barra, diluída en agua destilada (este detalle es muy importante); otros compañeros prepararon nogalina, que me tiene enamorada desde el taller que hice con Mariajo.
De este proceso Álvaro comentó que Oriol Miró dice que el proceso de preparar la tinta le lleva 30′ que son una especie de preparación a la actividad que vas a realizar. Levantar el pie del acelerador, para conseguir la calma que la caligrafía necesita. Y este proceso me recuerda al muro exterior de la capilla del agua de Tadao Ando. Me parece que estamos perdiendo estos espacios de transición en la vorágine, y creo que son necesarios.
Nos repartió paletas para poder tener varias tintas, y pequeños tarros con agua para poder ir limpiando la plumilla.
Cargamos la tinta en el depósito, con la ayuda de un pincel, y comenzamos con trazos más o menos aleatórios para calentar. A mi no me salía y, tras varios intentos desespeardos con el profe, llegamos a la conclusión que mejor probar con otra plumilla por si ese era el problema. No quedaban Brause, así que usé una Mitchell, y apareció la magia, la tinta se deslizaba por el papel y ¡emoción!
Después de los garabateos varios, no sólo con plumilla sino que también pudimos probar rotuladores kuretake y pilot de caligrafía [creo que me he enamorado de muchos de ellos, como suelo hacer con todo lo que tenga que ver con celulosa y tinta].
Aunque con muchos de ellos, las dificultades de que salga tinta, o que se acabe cuando no lo tienes previsto, se esfumaban. También perdía parte del encanto de controlar, o no, la cantidad de tinta, que aparezcan hallazgos inesperados… El resultado para mi era como comparar lo artesano con lo producido mecánicamente, son diferentes; además más de un kuretake se resistió a ofrecerme un resultado decente ¬.¬
Victor, el compañero más aventajado -¡ay qué letras más bonitas! (las suyas son las de abajo)- y Álvaro me dijeron que si nunca había intentado hacer ni una letra antes, se me estaba dando de cine.
Después pasamos a calentar con la uncial, que era la letra que íbamos a utilizar. La concentración en esos trazos que ahora formaban parte de algo con siginificado, eran las pequeñas futuras piezas que nos ayudarían después a componer los proyectos propuestos.
Después de practicar hasta sentirnos más cómodos, nos propuso dos trabajos, el primero un librito-origami, con dos espirales concéntricas, cada una para una frase diferente, que compuestas daban un resultando muy aparente para nosotros neófitos. Aquí mis instrucciones para el plegado del librito, para no olvidar las pautas del profe, por si te animas a hacerte uno.
El librito, está esperando guardas y tapas, que llegarán. Lo prometo.
El segundo proyecto fue un marcapáginas, donde había que jugar con la tipografía calada, un concepto que a más de uno dio dolor de cabeza, y una propuesta de inversión lateral, que creo que todos ignoramos, emocionados como estábamos con probar todas las tintas Windsor & Newton, y es que estas tintas son una delicia.
(Si sabes cómo puedo evitar que al poner la cinta de carrocero la tinta se traspase, te lo agradeceré infinitamente, porque en éste proyecto no terminó dando mal resulltado, pero ya he arruinado algún trabajo por esto y aún no sé cómo resolverlo, de una manera que me convenza.)
Tras estos dos dias de caligrafía, llegaba a casa entusiasmada, nunca pensé que se me fuera a dar tan bien. A pesar de mis trazos temblorosos, estoy muy contenta de haber conseguido un hueco en el taller.
Caligrafiar me relaja, y mucho. Lo recomiendo.
Gracias a Álvaro por su paciencia y saber enseñar, a los compañeros por su compañía y aprendizaje y a la Imprenta Municipal por la oportunidad. Ahora que llega el verano ofrecen cursos para los más peques, y en septiembre volverán la nueva temporada de adultos.
Y tú ¿has probado ya la caligrafía? ¿has hecho alguno de los talleres de los que ofrece le Imprenta?
Feliz día 🙂
pd1: Hacer talleres mola y enriquece.
Qué buena pinta los talleres. A ver si para otoño me puedo apuntar a alguno.
Están genial!. Yo tengo ganas de hacer los de grabado. Y ojalá contigo 😉
Entradon!!!!
:))
Es una idea un poco de bombero-torero, pero y si encima de la cinta de carrocero pones celo? Así la tinta no traspasa pero no se pega al papel.
Probaré, gracias por la idea!!
La cosa es que al resto de compañeros no les pasaba y en la escuela igual, a los demás las acuarelas/ tinta no les traspasaba y a mi sí… y nunca he sabido por qué.