“Don Jaime movió la cabeza, irónico e indulgente.
-La esgrima es como la comunión –amonestó con una sonrisa-. Hay que ir a ella en la debida disposición de cuerpo y alma. Contravenir esa ley suprema trae implícito el castigo.
-Diablo, maestro. Tengo que anotar eso.”Pérez-Reverte, Arturo. “El maestro de esgrima”. p.33