Hay experiencias que es mejor digerir primero. Aunque pueda parecer que primer impulso de lo que cala hondo sea compartirlo, no fue así, necesité ese calado hondo, profundo, que me reconcilia cada vez que lo recuerdo, que me llenó de nuevos posibles proyectos, nuevas áreas de desarrollo…
Llegué tarde a la inscripción, desconocía lo que iba a encontrar allí, pedí mi medio de transporte, me perdí en la ciudad, y disfruté de más de una hora de conducción, por un paraje extraordinario, parecía que me adentraba cada vez más en el silencio, y me alejaba con ello del bullicio y tantas cosas que se quedaron aquí, en la ciudad. La primera sorpresa al llegar, fue encontrarme que casi todo el taller era conocido.
Trabajamos con la tierra, aprendimos muchas cosas, compartimos y convivimos; reímos, nos dejamos sorprender y maravillar por lo sencillo, por el contacto humano, por la tierra que penetra en la piel y ya nada vuelve a ser igual. Rodeados de grandes personas compartí momentos que recuerdo muy muy especiales, míos, nuestros…
Cuando se me planteó la posibilidad del taller, pensé que me perdería algo importante, pero no fue así, mostrarte lo que hicimos, compartir contigo y hacerte de alguna manera partícipe, para mi fue importante y especial. Gracias.
Hubo barro para construir, para decorar, para enfoscar, paredes y personas, mangueras que fueron armas de juego y de batalla contra el fuego. Como digo risas, juegos, experiencias …. así es un placer aprender.
Gracias a todos los que me dieron la oportunidad, a los que lo han hecho posible, y sólo deseo que el barro no quede como un poso sino que sirva para edificar…